Este es el logo más caro de la Historia de España (y te va a sorprender)

Disputas familiares comenzaron la batalla por poseer un logotipo que, subasta mediante, alcanzó una cifra multimillonaria.

Es ampliamente sabido que un buen logotipo es vital para dar una buena imagen de marca. A veces, estos anagramas consiguen incluso que el producto sea reconocido aunque no lleve el nombre de la empresa escrito implícitamente en él. Podemos ver ejemplos de ello en la popular manzana mordida de Apple o la corneta con corona de Correos.

Tan difícil es conseguir que tu logotipo se convierta en un clásico como difícil puede ser mantenerlo vigente durante décadas. Hagamos un pequeño viaje en el tiempo:

Corría el año 1932. Arrancaba una década tormentosa para España, pero la economía parecía crecer positivamente, aunque la Guerra Civil acechaba. Una de las muchas empresas que proliferaron durante aquellos años es la de López Lluch. Una empresa con un logo inicial con forma de cara de cerdo, ya que vendía especias y productos dirigidos a las empresas cárnicas.

La empresa poco a poco fue evolucionando y ya entrados en mitad del siglo XX, comenzó a apostar por la venta de frutos secos, snacks y aperitivos, entrando de lleno en los años ochenta, donde su popularidad se volvió absolutamente masiva. Fue a finales de esos años cuando la empresa, ahora dirigida por dos hijos del fundador, necesitaba una inyección de capital para hacer frente a la expansión a nivel internacional de la compañía, algo que uno de los hermanos no estuvo dispuesto a aceptar y decidió montar su propia empresa utilizando la misma marca y logo que la empresa de su hermano y, desde ese momento, ex-socio.

El logotipo más caro de España está presente en todos los kioskos de golosinas desde hace décadas.

Al tratarse de dos productos diferentes vendidos bajo la misma marca, el hermano que poseía la fábrica original reclamó los servicios de los Tribunales para poner fin a la disputa. Tras un litigio que duró casi 18 años, el juzgado tomó una decisión: el logo saldría a subasta pública y, quien más alto pujara, se haría con el derecho único de utilizar la marca. ¿El precio de salida? Establecido por el juzgado: 2 millones de euros.

Llegó el día de la subasta y a la misma se presentaron ambos hermanos y otros tantos interesados en adquirir la marca. Tras seis horas de pujas, el martillazo final se produjo cuando nadie pudo superar una cifra de escándalo: 7,12 millones de euros. ¿El pujador? El hermano que seguía poseyendo la empresa original. Al tratarse del propietario de la empresa, el juzgado solo le exigía pagar el 50% de la cifra, por lo que a nivel efectivo, el logo costó 3,56 millones de euros.

A estas alturas, cualquiera se imaginaría que el logo en cuestión se trata de un impecable anagrama salido de alguna potentísima agencia de diseño. Nada más lejos de la realidad. El logotipo más caro de la Historia de España (no sabemos si, quizá, del mundo) es ni más ni menos que éste:

Tito, el logo de Churruca, es el logotipo más caro de la Historia de España.

Un dibujo de un cocinero que, a priori, se salta todas las normas básicas de lo que se supone que tiene que tener un buen logo: pocos colores, formas geométricas básicas y que soporte bien la reducción a tamaños pequeños. Pero tiene algo que muchos logos no tienen: Historia. Con mayúsculas. El hecho de no ser "un cocinero", sino el dibujo de Tito, el Cocinero de las pipas Churruca, las de toda la vida. Cabe destacar que, aunque se han pagado históricamente sumas de dinero más altas por un logotipo, siempre venía acompañado de una campaña de marketing, un manual de identidad completo con aplicaciones del mismo logotipo y lo que eso supone a nivel de costes. Pagar 7 millones de euros SOLO por poder usar un logo que ya existe, nunca había sucedido.

El hermano que decidió abandonar la histórica empresa tuvo que dejar de utilizar el logotipo del cocinero de forma inmediata, y unos meses después, tras un pequeño lavado de cara, su hermano, ya pleno poseedor de los derechos de la marca, relanzó a Tito, el cocinero en todos los productos de su marca. Apuesto a que muy pocos españoles no han abierto nunca una bolsa de pipas o kikos con este logo impreso en la bolsa. Nunca antes un diseño que se salta todas las supuestas normas del branding nos dio una lección tan grande.

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